miércoles, 10 de agosto de 2011

CRÓNICA: ENTRE CUADROS Y SOPAS. Visita a la Tradicional Porciúncula en el Convento de los Descalzos, Rímac



Entrada principal del Convento de los Descalzos
Una muchedumbre se alistaba, impaciente y deseosa, a la culminación de la misa mañanera que daría inicio a una de las fiestas más tradicionales y queridas por la Orden de los Franciscanos; La Porciúncula o también conocida como el Perdón de Asís, donde se realiza un compartir con los visitantes, dándoles una sopa como símbolo del perdón a todos los fieles.
“Es interesante venir a participar de este ambiente festivo, porque mantiene la fe y la tradición viva sobre todo para los lugareños” comentaba Alfredo Valdez, quien vivió toda su niñez en el distrito del Rímac y ahora, a sus 65 años, sigue frecuentando esa costumbre que heredó de familia.

Unas campanadas alertó a la multitud y, mientras se ordenaban en la fila, comentaban y reclamaban por sus lugares en la cola, algunos discutían a viva voz, otros reían y se acoplaban lo más que podían para entrar al lugar que sus familiares le guardaron con ese bullicio típico de las colas interminables, no cavia duda, la fiesta había empezado.

Cuadros y sopas

Al entrar, el Convento de los Descalzos dejó ver su majestuosidad, los colores y olores a madera y óleo te transportan siglos atrás. El pasaje que conecta el patio con el salón principal sobresalía por los cuadros del siglo XVII y XVIII, y las personas atentas como reflexionando sobre las técnicas del pintado, leyendo en voz alta las leyendas mientras esperaban su turno para recibir su porción de sopa.

Una vez en el salón, las carpetas y mesas que una vez sirvieron para los monjes, ahora la población se adueña, mostrando el sentido de esta fiesta Franciscana, donde no sólo se viene a tomar una sopa; sino, a compartir y vivir esta tradición que por trescientos siglos ha estado perenne en el corazón de la población.

Mientras las personas comían, se evidenció en sus rostros el valor de la espera. Todos juntos movían, al unísono, sus cucharas y el sonido del metal en sus platos orquestaban a luz tenue de tan tradicional fiesta.

“Estoy muy contenta de haber venido” comentaba una señora mientras daba su último sorbido y se preparaba a pelar su mandarina, “además la comida está muy rica, creo que ha sido la mejor Porciúncula desde que he venido. Gracias a los padrecitos por esta comida, yo vengo todos los años con mi familia” agradecía la señora mientras muestra su olla para llevar más sopa a su casa.

Batallón de Porciúnculas

Al entrar hacia el patio trasero, un batallón de Ollas se erigió con personalidades propias, nombres y colores que identifican a cada olla con la inscripción “Porciúncula, Padres Franciscanos” y un letrero con el nombre de cada olla: Olla Fray Francisco, Olla fray Mateo, Olla Fray Francisco Ampuero, etc. Que amenizaban el ambiente.



Hermano Hernando Roque
“Cada año tratamos de involucrar más a los vecinos, en esta oportunidad nos han ayudado un grupo de chicas que hemos apopado las Damas de la Porciúncula” comentó el Hermano Hernando Roque, encargado de la actividad. “Es más que venir a tomar una sopa, es compartir y estar en familia. Siempre ha sido así desde que se inició en Perú a principios del siglo XX” y, mientras saludaba a la población agradecida,  nos cuenta un poco de la historia de esta tradición Esta tradición se inició hace más de trescientos años en la orden Franciscana, donde se preparaba una olla de sopa para los fieles que veían a rezar por horas y se quedaban con hambre, mostrando una gran fe y devoción. Todos los 2 de Agosto se celebra en las iglesias Franciscanas el día de la Indulgencia de Asís con la ayuda de la población que quiere mantener viva esta tradición”.       
                 


Terminando el recorrido, los fieles salían, muchos con una olla en mano, otros sólo con bolsas de frutas, pero todos con una gran sonrisa que demostró el contento de la población. Ya en sus casas, probarán nuevamente la sopa que intensificó la fe en muchos creyentes, tal vez sin conciencia de ello, pero los pobladores no son sólo partícipes, sino, son la tradición.  Con su presencia dan vida a esta fiesta donde inculcarán a sus hijos y luego a los hijos de sus hijos que la Porciúncula vivirá en ellos por muchos siglos más.